domingo, 30 de septiembre de 2012

Tío Pencho | Semana 24-30 de septiembre

Las viñetas de esta semana:


Lunes 24 de septiembre

Martes 25 de septiembre 


Miércoles 26 de septiembre



Jueves 27 de septiembre



Viernes 28 de septiembre



Sábado 29 de septiembre



Domingo 30 de septiembre



El próximo domingo la nueva entrega.

Imágenes: Humor Gráfico El Tío Pencho

domingo, 23 de septiembre de 2012

Tío Pencho | Semana 17-23 de septiembre


Las viñetas de esta semana:


Lunes 17 de septiembre



Martes 18 de septiembre


Miércoles 19 de septiembre


Jueves 20 de septiembre


Viernes 21 de septiembre


Sábado 22 de septiembre


Domingo 23 de septiembre

El próximo domingo la nueva entrega.

Imágenes: Humor Gráfico El Tío Pencho

sábado, 22 de septiembre de 2012

Artículos de Don Arturo | Elegantes Criminales


Esta semana les toca el turno a los delincuentes elegantes de antaño. A diferencia de los de ahora, se regían por un código de honor y la habilidad en el desempeño de su labor delictiva era digna de estudio. Desafortunadamente, las cosas han cambiado y, como dice Don Arturo: "...cualquier imbécil puede aspirar a canalla". El artículo de abajo ilustra muy bien a lo que me refiero. 

Hasta la próxima semana.

Elegantes Criminales

En otro tiempo fueron tipos interesantes, envidiados. Incluso imitados a menudo en modales y aplomo. Sus aventuras por entregas multiplicaban las tiradas, enriquecían a los editores, fascinaban al público ávido de mociones. Eran criminales con cierta elegancia. Había estilo, incluso grandeza en su forma de infringir la ley.

Ahora ya no son lo que fueron, ni mucho menos; pero aún es posible tropezar con ellos, a veces. Están ahí, silenciosos y como dormidos, en estantes a menudo cubiertos de polvo, o en los tenderetes de las ferias del libro viejo, en montones de hojas sueltas, con bordes manoseados y las ilustraciones de portada desvaídas por el sol, el roce de las manos o el tiempo. Algunos, muy pocos, más afortunados, gozan de tapas en condiciones: tela o papel De vez en cuando un privilegiado, a modo de joya especial, aparece impecable con su encuadernación de lujo. El caso es que las ediciones son muy antiguas, con cincuenta años o más, y sólo de vez en cuando – un saldo, una tirada pequeña e inadvertida – aparece uno de esos títulos casi con timidez, revuelto en la variopinta resaca que el tiempo y la vida arrojan periódicamente a las playas de las librerías de viejo: La aguja hueca, Hazañas de Rocambole, Juve contra Fantomas, Los tres crímenes de Arsenio Lupin... Intrépidos, desaprensivos y entrañables ladrones de guante blanco.

Hace unas semanas, husmeando con trazas de cazador – dedos manchados de polvo, paciencia y buena o mala suerte – entre las casetas de libros viejos de la cuesta de Moyano, en Madrid, encontré uno de ellos: Raffles, de E. W. Homung, campeando sobre ilustración de cubierta a color: un individuo apuesto, de esmoquin, blanca pechera y guantes inmaculados, con una máscara sobre el rostro, que desvalija sin perder la compostura los cajones llenos de joyas de un saloncito elegante.

Hay goces especiales, en literatura. Sobre todo en cierta clase de literatura de la antes llamada popular, cuando vamos a ella con la maliciosa disposición del público que una vez fue ingenuo pero que ya no lo es. En ese caso, cada lugar común, cada repetición del estereotipo, cada vuelta de tuerca o retorno de lo conocido, del golpe de efecto clásico o del recurso a determinados elementos antaño eficaces, supone un golpe de placer mayor aún que la originalidad, que el desviarse de patrones cuya solvencia quedó probada por el aplauso de las masas. Uno acecha con temblor de adicto el momento en que Holmes, envuelto en una nube de humo, toque el violín para aclararse las ideas, o espera anhelante que Edmundo Dantés se lleve una mano a la frente perlada de sudor y exclame ¡Fatalidad!, mientras la tormenta pone siniestro contrapunto a su venganza. En cuanto a Raffles, Rocambole, Lupin y los otros, se espera de ellos exactamente lo que en su tiempo los hizo ser amados y seguidos por miles de lectores y, más tarde, denostados por críticos partidarios de educar al público en la bella prosa de alto nivel, aunque este público se aburra muchísimo. Aquel otro lector al que podríamos llamar no ingenuo, malintencionado, incluso perverso, espera de ellos – decíamos – que se conduzcan exactamente como fueron concebidos. Que digan y hagan aquello que los elevó a la categoría de mitos, de sueños.

Vamos a echarles un vistazo, sin que nos ciegue la pasión ni el prejuicio. Arsenio Lupin es inteligente y astuto, con un fondo de ternura que es preciso estar muy atento para descubrir. Rocambole resulta implacable, con un peculiar sentido del crimen y de la justicia. Fantomas, un asesino sanguinario; pero el carácter despiadado de sus crímenes y las personalidades que es capaz de adoptar le confieren una siniestra grandeza, Raffles, el más elegante, es sentimental y todo un caballero. Con un detalle adicional: en casi todos los casos, las víctimas son gente adinerada, poderosa, elementos clave de la llamada buena sociedad. Personajes que ya han disfrutado bastante de esta vida, y a quienes no viene mal ni la puñalada que los envía al otro barrio ni, en el mejor de los casos, verse parcialmente aliviados del excesivo peso de su fortuna. Que bajo ningún concepto – ahí está el detalle de la cuestión –, les resulta arrebatada con métodos vulgares, sino con crímenes, artimañas y recursos de una originalidad absoluta. Por no mencionar la finura con que a menudo se solventa el asunto, el toque distinguido de una tarjeta de visita o una sota de copas en el lugar del crimen. 0 ese monóculo bajo la ceja enarcada e imperturbable; esa mano enguantada, que se desliza sin ruido en el cajón del secreter o, cuando es preciso, igual besa unos dedos enjoyados que esgrime un puñal o una pistola con la habilidad de un matón barriobajero. Aunque, eso sí, templado siempre el gesto por actitudes y frases convenientes, dignas del mejor gusto y de la más fina crianza. Por no hablar de las debilidades, los rasgos románticos, los botines abandonados o las víctimas indultadas por el influjo benéfico de una sonrisa de mujer, de unos ojos inocentes, de un beso o unas palabras moduladas entre el brillo de los diamantes y el sonido de botellas de champaña, en fiestas mundanas y elegantes saraos. Ya no hay canallas así. Tal vez nunca los hubo, es cierto. Pero, al menos, existieron los hombres y las mujeres capaces de inventarlos.

Releí mi Raffles tomándome todo el tiempo del mundo, despacio, con una copa de buen coñac sorbo a sorbo, en un viejo café de los que aún sobreviven en Madrid. Pasaba páginas, y de vez en cuando, al llegar a algún momento cumbre, del tipo «Era el amor y no la ambición, el recuerdo tierno de la muchacha lo que hizo temblar su mano cuando rozaba ya las perlas del collar», me detenía y alzaba los ojos a través de la ventana del café, sonriendo feliz.

Después salí a la calle. Era momento de retornar al presente, a este mundo de gentes sensatas, prácticas y razonables,donde el tiempo es oro y la literatura debe ser selecta como una joya fría y muerta, o ligera y estúpida como un pañuelo de celulosa. Compré unos periódicos y los hojeé despacio, y mientras lo hacía descubrí en aquellas páginas fotos, nombres, referencias de otros ladrones, de otros criminales. Muy actuales todos ellos, claro. En una versión más prosaica que la de sus ilustres predecesores novelescos. Sin esmoquin, monóculo, ni guante blanco. Pero, sobre todo, desprovistos de sus actitudes. De cierto factor singular y distante, original en la maldad o en el delito.

Raffles, Rocambole, Lupin, Fantomas y los otros. Entes de ficción que fueron más reales, para muchos lectores, que buena parte de los seres vivos que los rodeaban. Admirados precisamente por ser como eran; por su carácter romántico, inaccesible. Tipos ideales, la elegancia de sus actitudes, su carácter y su grandeza, los situaban por encima de la moral convencional en sus incursiones delictivas. Por eso, legiones de lectores ávidos creyeron en ellos, se emocionaron con sus aventuras, amaron con sus amores y odiaron con sus pasiones más oscuras. Eran lejanos, misteriosos, con el aura de lo enigmático y lo extraordinario. Hoy, nosotros, el público desengañado y lleno de resabios, nos identificamos más fácilmente con ratas de callejón y asfalto, con turbios antihéroes que encarnan la desesperanza. Para los niños no hay princesas; ni para los adultos, en lo tocante a ladrones, existen caballeros de guante blanco. Ni siquiera existen caballeros. Antes se daba una selección natural; el dinero lo tenían los que estaban arriba, la aristocracia o la burguesía enriquecida, y para infiltrarse hasta sus cajas de caudales era necesario cierto estilo.

Quizá por todo eso, Rocambole, Raffles, Fantomas, Lupin, están muertos y enterrados. Las calles, alumbradas por luz eléctrica en vez de por farolas de gas, no conservan el eco de sus pasos. A través de la puerta entreabierta ya no llega la música lejana del salón abandonado. La rosa se marchita en la copa vacía de champaña, junto al collar de perlas que ninguna mano enfundada en guante blanco pretende ya robar, entre otras cosas porque las perlas son sintéticas. También los sucesores en la escuela del moderno latrocinio son muy distintos: pueden despertar a menudo envidia o desprecio; nunca admiración. Están demasiado próximos a nosotros, y más que a impulsos criminales, sus expolios obedecen a fáciles tentaciones. No es preciso ser valeroso, elegante y educado, ni ponerse un esmoquin y una máscara para desvalijar la caja fuerte. Puede ganarse mucho más dinero chalaneando en mangas de camisa en un restaurante de lujo, o apalabrando operaciones por el teléfono del coche. Basta con ser un concejal bien situado, un subsecretario en lugar idóneo, un negociante avispado con recursos y contactos, un patán con influencias o con suerte. Antes, incluso los peores malvados soñaban con adquirir buenos modales. Los de ahora perpetran crímenes fáciles, demasiado vulgares, con escaso mérito y riesgo, y además del latrocinio nos obligan a soportar la grosería. Tal y como están las cosas, cualquier imbécil puede aspirar a canalla.

13 de noviembre de 1992

Artículos de Arturo Pérez-Reverte | Elegantes Criminales

viernes, 21 de septiembre de 2012

El Maestro Mingote | El inicio de curso

Curiosa ilustración la de esta semana, reflejando algunos de los cambios sociales que estamos experimentando últimamente. 

¿Os acordáis de cuando todo estaba en las enciclopedias? Hace 20 años, el Lectum Juvenil era lo más parecido a una conexión a internet.

¡Hasta la semana que viene!

Inicio de curso: Cambios sociales

domingo, 16 de septiembre de 2012

Mi semana en Applesencia | 10-16 de septiembre de 2012

Esta semana ha sido muy poco fructífera por motivos académicos. El trabajo de fin de máster me está taladrando los sesos, así que solamente he tenido tiempo para sacar un artículo, el de la sección Apple Vintage.

Hasta el domingo que viene. Resumen y enlace al original:



Servidor Apple Network Server 500/132
  • Apple Vintage | Apple Network Server 500/132

Una semana más , y ya van cuatro, os damos la bienvenida a la sección Apple Vintage, en la que os contamos la historia de Apple. En esta ocasión, vamos a analizar uno de los dispositivos más desconocidos fabricados en Cupertino: el servidor Apple Network Server 500/132, una joya en prestaciones teniendo en cuenta que se lanzó a finales de los años 90. Al igual que pasó con muchos de los dispositivos de Apple durante esos años, su presencia en el mercado fue casi nula , ya que pronto se tuvo que retirar debido a su pobre nivel de ventas. A continuación os ofrecemos un detallado análisis. Leer más...

Tío Pencho | Semana 10-16 de septiembre

Vaya una semana de inauguraciones que llevamos. Como siga así me van a faltar días para  sacar todas las secciones que tengo en mente.

La nueva sección dominical va dedicada al Tío Pencho, nuestro particular Don Quijote murciano. En ella publicaré las viñetas del Tío Pencho que hayan aparecido en La Verdad durante la semana.

El Tío Pencho fue creado por MAN, seudónimo del melillense afincado en Murcia Manuel Sánchez Baena. MAN es dibujante, médico cardiólogo y apasionado de la idiosincrasia y el folklore de la Región de Murcia.

Desde el año 1971, las viñetas de MAN aparecen diariamente en el periódico murciano La Verdad, con el Tío Pencho como protagonista, haciendo referencia a temas de actualidad mediante el particular dialecto murciano, el panocho, que emplea para transmitir sus inquietudes con respecto a lo que le rodea.  A pesar de su analfabetismo, el Tío Pencho está muy enterado de todo. Es algo cascarrabias, criticón, muy campechano y, sobre todo, dice lo que piensa.

Son muchos los personajes que acompañan al Tío Pencho en las viñetas de MAN. Los más destacables son Josefa, su mujer; su inseparable Pifanio, a modo de Sancho Panza; Lucero, su burro; el Perete, paisano que vive en el extranjero y vuelve al pueblo en el verano y el Tío Facorro, el más anciano del pueblo.

Personalmente, el hecho de que lea La Verdad cada día se debe a la viñeta del Tío Pencho. Esperemos que nos quede MAN para rato.

Las viñetas de esta semana:

Lunes 10 de septiembre


Martes 11 de septiembre


Miércoles 12 de septiembre


Jueves 13 de septiembre


Viernes 14 de septiembre


Sábado 15 de septiembre


Domingo 16 de septiembre


El próximo domingo la nueva entrega.

Imágenes: Humor Gráfico | El Tío Pencho

viernes, 14 de septiembre de 2012

El Maestro Mingote | La Cursilería

Inauguramos otra nueva sección en El Refugio Interior. Dedicada al Maestro Antonio Mingote, en ella se seleccionará semanalmente una de las ilustraciones del genial dibujante que tenga que ver con la actualidad sociopolítica de la semana en cuestión o que, simplemente, me llame la atención por cualquier motivo.

Antonio Mingote fue conocido principalmente por su obra como dibujante en el diario ABC, medio en el que publicaría artículos diariamente desde que empezara allá por el año 1953 hasta su muerte, el pasado tres de abril. Se fue cuando más falta nos hacía su irónica y mordaz visión de los desmanes a los que estamos sometidos en los últimos tiempos, dejando un sello único e irrepetible gracias a su particular visión de la sociedad.

Además de su faceta como dibujante, Mingote fue escritor, periodista académico de la lengua, ocupando el sillón R que, actualmente, sigue a la espera de nuevo inquilino. Casi nada.

Personalmente, la obra gráfica de Mingote siempre me ha fascinado. Destacaría su particular visión del género humano, del que es capaz de captar los comportamientos más ruines y vergonzosos a la par que los más audaces y críticos, reflejándolos a la perfección en sus ilustraciones. El periodismo gráfico siempre estará en deuda con él. En paz descanse. 

La ilustración de hoy, en su momento dedicada al movimiento 15-M, valdría para describir los vergonzosos acontecimientos ocurridos en la Comunidad Autónoma de Cataluña durante esta semana, convirtiendo la tradicional fiesta de la Diada en un bochornoso espectáculo para regocijo del nacionalismo catalán más radical e intolerante. Con la unidad de España no se juega, señores.

-Ilustración publicada en el diario ABC el martes 21 de junio de 2011-


lunes, 10 de septiembre de 2012

Artículos de Don Arturo | El viejo amigo Haddock

Esta semana va de inauguraciones. Si anoche le tocaba el turno a la sección "Mi Semana en Applesencia", hoy le toca el turno a "Artículos de Don Arturo", sección en la que, semanalmente, escogeré un artículo de Arturo Pérez-Reverte que, por cualquier razón, ya sea vital, ideológica o, simplemente, porque me apetezca, sea relevante para mí y quiera compartirlo. 

La idea ha surgido gracias al blog de Miguel Muñoz, "Artículos de Arturo Pérez-Reverte", al que estoy suscrito y en el que Miguel publica asiduamente artículos del genial reportero de guerra y escritor cartagenero.

El artículo de Don Arturo sobre el Capitán Haddock que Miguel ha publicado hoy en su blog me ha hecho transportarme durante un rato a mi niñez y recordar, por unos momentos, lo estupenda que fue. Ha sido reconfortante recordar aquellos momentos inolvidables en los que cogía los cómics de Hergé y disfrutaba de sus historias, quedándome absorto leyendo las aventuras de Tintín, Milú y el Capitán Haddock, personajes que, en cierto modo, han marcado mi vida, mi forma de ser y entender el mundo que me rodea. Parece que, con el paso de los años, uno siempre encuentra semejanzas entre las experiencias por las que ha ido pasando a lo largo de su vida y las experiencias que ha tenido, sobre todo, a lo largo de su infancia.

Justo debajo, el artículo que tan buen rato me ha hecho pasar esta tarde y que ha conseguido rescatar de mi mala memoria recuerdos maravillosos a la vez que profundas reflexiones.

El viejo amigo Haddock
Siempre he dicho que, en un incendio, salvaría a Mordaunt, mi perro, y la colección completa de las aventuras de Tintín: todos los volúmenes en su antiguo formato, con tapa dura y lomos de tela. Alguno de los más viejos aún tiene pegada la etiqueta con su precio original: 60 pesetas. Caían en mis manos dos o tres veces al año –juntaba cien pesetas el día de mi santo y cincuenta cada cumpleaños–, cuando, sonándome las monedas en el bolsillo de los pantalones cortos, me paraba ante el mostrador de madera donde el librero, el señor Escarabajal, me mostraba los ejemplares para que eligiese uno, antes de salir a la calle con él en las manos, aspirando el olor maravilloso a buen papel y a tinta fresca que, desde aquellos primeros años –editorial Juventud, Mateu, Bruguera, Molino–, asocié siempre con el viaje y la aventura. Y viceversa: más tarde, cuando aterrizaba en lugares lejanos o desembarcaba en puertos exóticos, a menudo los vinculé con aquel olor a papel y aquellas páginas. No es extraño, después de todo, que para un reportero tintinófilo contumaz, el primer viaje profesional fuese al País del Oro Negro, y que la primera vez que puse pie en los Balcanes, el pensamiento inicial fuese que había llegado, por fin, a Syldavia. 


Aún los hojeo de vez en cuando, sobre todo mi favorito: Stock de coque. Me gusta mucho ese volumen porque lo considero el más equilibrado y perfecto, pero sobre todo porque su protagonista principal es el mar, y porque además de Piotr Pst –ametrallador con babero– y viejos amigos como el general Alcázar, Abdallah, Muller, el malvado Rastapopoulos y el comerciante Oliveira de Figueira, aparece todo el tiempo el capitán Haddock. Y les juro a ustedes que una de las razones por las que me eché una mochila a la espalda y puse un pie delante del otro, fue porque iba en busca de un amigo como ése. Porque quería conocer al Haddock que la vida podía tenerme destinado en alguna parte. 


Lo encontré, desde luego. Varias veces tuve ese privilegio. Unos se le parecieron mucho y otros menos. Unos siguen vivos y otros no. Unos le pegaban al Loch Lomond y otros manejaban con soltura los epítetos de sajú, vendedor de alfombras, paranoico e imbécil. Cada cual tuvo su registro. Pero en todos ellos, en cada compañero fiel que la vida me deparó en mi juventud, cada vez que alguien estuvo junto a mí, hombro con hombro, cuando un avión Mosquito del Jemed viraba sobre la popa de un sambuk para ametrallarnos en el mar Rojo –¡cuántas veces no me sentí dentro de esa viñeta inolvidable!–, pude reconocer al marino gruñón y barbudo que acompañó tantas horas felices y tantos sueños de mi infancia, desde el día decisivo y magnífico en que lo conocí a bordo del Karaboudjan, buscando luego el aerolito misterioso en el puente del navío polar Aurora, acompañándolo después –o quizá me acompañó él a mí– tras el rastro del Unicornio al mando del Sirius de su amigo el capitán Chester, esquivando en otra ocasión los torpedos del submarino pirata, marcha adelante y marcha atrás, con el telégrafo de órdenes del Ramona, o repeinado con raya en medio y uniforme de gala en la sala de marina del castillo de Moulinsart, allí donde Bianca Castafiore –el ruiseñor milanés– estuvo a pique de llevárselo al huerto, según reportaje de Paris Flash, con fotos de Walter Rizotto y texto de Jean-Loup de la Battelerie. 


El otro día ocurrió algo extraño. Recibí una carta de un joven lector, asegurando que a veces, en algunos de estos artículos, cuando despotrico sobre zuavos, bachibuzuks y coloquintos, le recuerdo al capitán Haddock. Con barba y todo, añadía el amigo. Y me dejó pensando. Después fui a la biblioteca, saqué Stock de coque y lo hojeé un rato. Dios mío, pensé de pronto. El capitán, al que siempre vi como un hombre mayor, viejo y curtido por el mar y la vida, ya es más joven que yo. Él sigue ahí, en los libros de Tintín, sin envejecer nunca, con su barba y su pelo negros, su gorra y su jersey de cuello vuelto con el ancla en el pecho; mientras que la imagen que me devuelve el espejo, la mía, tiene más arrugas, y canas en el pelo y en la barba. Canas que Archibald Haddock, capitán de la marina mercante, no tendrá jamás. Soy yo quien envejece, no él. Ya no soy Tintín, ni volveré a serlo nunca. Soy yo quien ha pasado, con el tiempo, al otro lado de las viñetas que acompañaban mi infancia. Y mientras devuelvo el álbum a su estantería, me sube a la garganta una risa desesperada y melancólica. Mil millones de mil naufragios. 


Publicado originalmente el 10 de octubre de 2005 en la revista El Semanal.

Artículos de Arturo Pérez-Reverte | El viejo amigo Haddock

Mi semana en Applesencia | 3-9 de septiembre de 2012


Esta semana inauguro sección en el blog: "Mi semana en Applesencia". Para quien no lo sepa, escribo en una página relacionada con Apple, llamada Applesencia, en la que suelo publicar varios artículos semanales. La idea es sacar un post cada domingo con los artículos que haya publicado durante la semana en Applesencia. Os recomiendo que visitéis la página diariamente si queréis estar al día de todo lo relacionado con Apple, Mac y dispositivos como iPhone, iPad o iPod. 

Esta semana la actividad ha sido escasa por motivos académicos y solamente he podido escribir tres artículos. Con el que más he disfrutado ha sido con "Quartet, la nueva interfaz de audio de Apogee para Mac"

Además, inaugurábamos sección en Applesencia: "X razones por las que...", con el artículo "5 razones por las que Mac es mejor que Windows, y viceversa"

Finalmente, en la sección Apple Vintage le tocaba el turno esta semana a la disquetera Unifile Twiggy Drive

Abajo encontraréis un pequeño resumen de cada artículo y su enlace correspondiente: 
  • Quartet, la nueva interfaz de audio de Apogee para Mac
El mundo de la música digital está de enhorabuena. Apogee, compañía especializada en la fabricación de hardware para la grabación de música, ha lanzado un nuevo producto, Apogee Quartet, un dispositvo externo de grabación de audio diseñado específicamente para los usuarios de Mac que buscan grabaciones de calidad profesional. Su diseño y prestaciones son sencillamente excepcionales y, a buen seguro, harán las delicias de cualquier aficionado o profesional de la música que busque un dispositivo fiable para conectar sus instrumentos musicales, registrando grabaciones con una calidad de sonido sobresaliente. Leer más...

  • Apple Vintage | Unifile Twiggy Drive
Bienvenidos una semana más a Apple Vintage, sección cuyo principal objetivo es poner al alcance de todos vosotros los distintos productos que Apple ha ido lanzando a lo largo de su historia para que así comprendamos mejor cómo Apple ha llegado a convertirse en lo que es en la actualidad. Hoy vamos a hablar de prototipos y nos vamos a centrar en Unifile Twiggy Drive, lector de disquettes propios que Apple desarrolló a principios de los 80 y que tuvo que cancelar antes de su lanzamiento, suponiendo un gran fiasco dada la gran inversión que se realizó en este dispositivo. Leer más...

  • Cinco razones por las que Mac es mejor que Windows, y viceversa

Hoy es un día especial en Applesencia. Inauguramos sección: X razones por las que… Cada lunes, publicaremos un post en el que expresaremos nuestra opinión mediante una serie de razones por las que pensamos que, por ejemplo, un producto es mejor que otro o que un sistema operativo es mejor que otro. Nuestra intención es actuar de una manera compensada, ya que esgrimiremos razones para defender a ambos elementos comparados. Bienvenidos a X razones por las que… Leer más...



Esto ha sido todo por esta semana en la sección "Mi semana en Applesencia", espero que os haya gustado. Hasta el domingo que viene.