jueves, 5 de diciembre de 2013

Another day in paradise: "Strange days"

Hoy ha sido uno de esos días extraños. De esos días que parecen haber empezado hace un millón de años. Y es que esta mañana parece ya tan lejana, es como si se hubiera disuelto en el pasado, como una aspirina efervescente olvidada en un vaso. Sin embargo, hay recuerdos que, aunque pertenezcan a un pasado lejano, permanecen frescos en la memoria, como si hubieran ocurrido hace un instante. 

Una vez tuve un profesor de historia que, en mitad de una clase, hizo un parón en seco y sin venir a cuento nos dijo que dedicáramos, aunque fueran 5 minutos al día, a repasar lo que habíamos hecho durante el transcurso de la jornada. Que nos dedicáramos cinco minutos a nosotros mismos en total silencio, en soledad, sin nada ni nadie que nos distrajera. Solamente nosotros y el silencio. En aquel entonces, yo tenía catorce o quince años y estaba sentado en un pupitre que yo mismo decoraba con dibujos del Che Guevara, logotipos de grupos de rock (Extremoduro, Héroes del Silencio, Iron Maiden, Pantera, Platero y Tú, Metallica, Def con Dos, Paradise Lost, Green Day, Nirvana...), los nombres de las chicas que me gustaban (muchas) y cualquier mensaje contestatario que se me pasaba por la cabeza. Afortunadamente, los mensajes no eran del tipo Anarkía y Zerbeza Fría, si no que mas bien eran refritos de frases de canciones que memorizaba. 


Retomando lo que dijo el profesor de historia recuerdo que, por cualquier motivo que no sé explicar, es como si el fulano hubiera pulsado la tecla de activación de un mecanismo alojado en el interior de mi cabeza y que ni yo mismo sabía que existía. Pero sí, estaba ahí. Es más, mientras había gente en clase que se estaba riendo de lo que ellos consideraban una tontería por parte del tipo que nos daba la tabarra con la historia y la Grandeza Imperial de España en el año del cataplún, yo estaba absorto, inmóvil, tratando de asimilar el impacto que sus palabras habían causado en mí. Recuerdo que el tipo seguía con su explicación, con voz cansina, pausada, pastosa, incluso machacona. Yo asentía con la cabeza, pero no le estaba prestando la más mínima atención, porque en mi cabeza solamente había sitio para las palabras que había pronunciado hacía unos instantes.

"Míralo, pensaba, para la cara de esparto que tiene y las cosas tan interesantes que dice, 
eso que casi no le sale la voz del cuerpo al enclenque éste." 

Recuerdo que estuve varios días dándole vueltas a sus palabras constantemente. Por alguna razón, durante algún tiempo no fui capaz de dedicarme esos cinco minutos de soledad, de introspección. Quizá porque mi todavía cabeza adolescente, inconscientemente, tenía miedo de descubrir las novedades que se presentaban ante tal ejercicio de introspección. 

Tras varios intentos, al fin conseguí dedicarme esos cinco minutos, que en ocasiones eran los minutos mejor aprovechados del día. Lo tomé como costumbre durante un tiempo y luego abandoné, volviendo cada cierto tiempo a retomarlo (consecuencias del carácter intermitente, supongo). Hoy, y tras bastante tiempo sin dedicarme esos minutos, me he encontrado sin querer con el silencio, con la reflexión, y he llegado a la siguiente conclusión:

"Hoy ha sido uno de esos días extraños, de esos días que parecen haber empezado hace un millón de años. Y es que esta mañana parece ya tan lejana..."

Another day in paradise

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